Estados Unidos se encuentra colmado de bandas emergentes que practican el metal extremo, como el Black Metal de vanguardia, el Death Metal técnico y cantidades de subgéneros que se encuentran en ebullición a pesar de no contar con el apoyo discográfico y empresarial, como sí se tenía en la primera mitad de los 90s. Muchas de estas bandas están dando a conocerse por un medio, que en esos 1ros 90s no existía… internet. La cantidad de oferta igualmente supera a la demanda, por ende, sigue siendo muy difícil poder sobresalir. Estos oriundos de Oregon se encuentran asomando sus narices con su segundo trabajo, llamando la atención a fuerza de hacer bien las cosas.
Algo que los hace destacar, a mi entender, por sobre el montón de bandas con tendencias similares, es que lo de ellos suena fresco a base de condimentar su propuesta con ingredientes que pueden agradarle al viejo fan de la música extrema. Por ejemplo, desde el primer segundo del disco notaremos que esto arranca creíble. Un fill de batería se abre paso con un audio natural, que hasta nos permite imaginar cómo están dispuestos los cuerpos en el cuarto de grabación. A toda furia, con unos blast beats decorados con platillos, “Forged from Bedlam” ataca también desde las cuerdas con bastante tecnicismo. Esto continuará en “Undaunted Hereafter”, que sabrá ir entrelazándolo con melodías de cercanía a la vieja escena de Goteburgo.
La voz (bastante lineal, y gutural) no es algo que sobresalga, más bien actúa a nivel de los instrumentos. Todo está tan parejo que podrás fácilmente poner la atención en el músico que desees. Aunque dudo que puedas abstraerte por mucho tiempo de la batería o el bajo. Dicho esto, temas como “Disenthralled” dejan más espacio para que jueguen las guitarras, logrando con estas, atrapantes melodías.
“Fracturing Proclivity” es una canción cargada de cambios, pero no por eso menos brutal. Unos detalles de sintetizadores actúan de colchón para que el bajo siga haciendo de las suyas, pero lo más destacable es que el mismo Brian Rush es el encargado de tocar ambas cosas… ¡Un desequilibrado!
“Floods Within a Splintered Cortex” es un pasaje para tomar aire y volver a dársela en la pera en el siguiente, “Larker, Sanguine Phantom”. Progresivo y técnico (sin llegar al hartazgo), pero tan variado que podrías llegar a perderles pisada. En realidad, no encontraremos en Ænigmatum canciones que se nos puedan adherir por mucho tiempo en la cabeza, pero esto no quiere decir que no logren captar interés. Lo cierto es que tampoco hacen del tecnicismo un derroche de notas y arreglos sin sentido, inclusive habrá algunos momentos más atmosféricos, como en “Despot of Amorphic Dominions”. Es Increíblemente disfrutable la batería, con esos cascos que definen cada golpe con naturalidad y vehemencia, entre acordes y arpegios de guitarra que van rozando lo Shoegaze.
La pieza final del rompe-cabezas “Animus Reflection”, fue la última canción compuesta por la banda y, si mal no recuerdo, la primera en ser difundida. Lo cual resulta ser una buena elección, ya que muestra un poco de todo lo que trae el álbum (Guitarras que rozan el Black Metal, riffs con Death Metal de varias épocas, bajos intrincados, algo de atmósfera y disonancia, un baterista colosal, que también ha sido fichado por Skeletal Remains… etc.).
Este segundo trabajo de esta joven banda logra pulir y mejorar el nivel sónico del anterior álbum de 2019, mostrando una evolución de paso a paso en una escalera para gigantes. El material fue editado en todos los formatos a mediados de agosto, y la verdad es que dan ganas de tenerlo entre la colección.
Ænigmatum son: Brian Rush (Bajo y teclados), Pierce Williams (Batería y coros), Eli Lundgren (Guitarras) y Kelly McLaughlin (Voz y Guitarras).