La banda se forma a finales de los 90s, con el propósito de volver a traernos el sonido Death Metal de la vieja escuela, ya sea rememorando a bandas europeas como Dismember o Entombed (Suecia), o también a las míticas bandas estadounidenses que dieron forma al género, y que en su gran mayoría eran disparadas desde los Morrisound Studios, en Tampa, Florida. Los responsables de dar vida a este proyecto fueron dos músicos de la banda Katatonia, Jonas Renkse y Anders Nyström (los únicos miembros originales que continúan hasta el día de hoy), Mikael Åkerfeldt (Opeth) y Dan Swanö (Edge Of Sanity). Pero otras grandes personalidades han formado parte en distintos períodos, como Peter Tägtgren (Hypocrisy), o el vocalista de Paradise Lost, Nicholas John Arthur Holmes, quien ocupa el puesto desde el año 2014. Es aquí donde se dividen las aguas entre los fanáticos de la agrupación, ya que hay quienes prefieren los guturales de Åkerfeldt o inclusive, el disco Nightmares Made Flesh del 2004, donde participó Tägtgren, por sobre la nueva era con Nick Holmes en las voces. Obviamente existe quién disfruta de todas las etapas, y también quién prefiere a Holmes, pero por lo que siempre he notado, son los menos. Como sea… El trabajo que hoy nos ocupa es el sexto larga duración, y ya el tercero de Nick, así que vayan acostumbrándose.
El encargado de dar inicio a esta nueva placa es «Zombie Inferno», que cuenta con un video oficial, donde podemos ver a Nick manejando un auto a toda velocidad, atropellando muertos vivientes. El concepto nos lleva de inmediato a las viejas vertientes del Death Metal, todo su sonido está presente. La portada también cuenta con esos condimentos, y me ha caído más que simpática. Bloodbath a pesar de tener un concepto muy estructurado desde lo musical, siempre se las ha ingeniado para entregarnos discos muy distintos entre sí, y esta no es la excepción. La incorporación del guitarrista Tomas Åkvik (Lik) tal vez le ha agregado un nuevo brillo al trabajo. Es algo que podemos percibir al instante desde su primer corte.
«Putrefying Corpse» continúa con la descarga frenética de Death Metal, y se mixtura con pinceladas en la onda Napalm Death. Adrede es la invitación para que Barney Greenway se sume en los coros (y lo bien que queda). Mientras que la siguiente «Dead Parade» se dispara como cohete en Tampa, trayendo lo más clásico de las bandas icónicas desde bases más densas. Inclusive podríamos dejar volar nuestra imaginación y notar algún pequeño sinte-guiño a bandas no tan conocidas como Nocturnus. Pero volverán a la veta más extrema con «Malignant Maggot Therapy» y «Carved», acercándose estas al sonido Cannibal Corpse, desde distintas etapas de la banda, pero siempre enfocado dentro de la era del cogotudo George Fisher.
«Born Infernal» cuenta con la participación en las voces de Luc Lemay (Gorguts), y la siguiente «To Die», con Marc Grewe (Ex-Morgoth, actual Despair), resultando ser la primera, una canción bastante pegadiza, mientras que «To Die» se va transformando en una pieza oscura, que sirve de contrapunto a «Affliction of Extinction»; un track casi progresivo, que contiene cantidad de momentos distintos. Y seguirán los momentos levemente variados en «Tales of Melting Flesh», que obviamente reúne todo el viejo Death Metal, pero lo matizan con detalles Thrashers, solos Heavys y mucho clima.
Guitarras a tremolo picking, palm muting y machaques en todas las formas, diseñan «Environcide», que también tiene pequeños momentos de calma antes de la tormenta, y logran mantener la atención del oyente muy enfocada en estas últimas piezas. El final llega con «No God Before Me», con guitarras al estilo Morbid Angel, de cadencias pesadas que van tejiendo un tema denso y con bastante oscuridad, para cerrar estos cuarenta y cinco minutos, que a simple escucha se percibían algo monótonos, pero que en realidad encierran mucha variación y momentos bastante únicos dentro de la carrera de Bloodbath. Dicho esto, no esperen oír un álbum super variado o vanguardista, porque no lo es, ni nunca fue esa la idea de la banda. Pero sí resulta ser un álbum entretenido, con una producción apuntada a la sección rítmica, en el cual el baterista Martin Axenrot se encarga de castigar su instrumento a diestra y siniestra. Donde podemos amigarnos con Nick Holmes (amado en Paradise Lost), ya que se muestra cada vez más sólido y afianzado, con un gutural tan único como entendible. Y aunque le pese a los nostálgicos, hoy también es la cara de Bloodbath, como vimos en el video oficial. Un disco más; ni el mejor, ni el peor, pero realmente lo he disfrutado.