Personalmente puedo decir que a estos ingleses solo los conocía de nombre. Tenía entendido que practicaban una especie de Ñu Metal violento, pero ese género (violento o no violento) nunca me atrajo. Por ende, puedo decir que, aunque tengan más de 20 años de carrera y media docena de discos, son nuevos en mis oídos. ¿Estoy capacitado entonces para hablar de ellos? No sé, ni me importa, pero acá les cuento como me pegaron (porque pegan).
Apenas arranca el disco me pregunto si no me habré confundido de banda, así que me dirijo a youtube y busco algo más viejo. No hay confusión, eran los mismos, pero poco de Ñu Metal encuentro. Noté que desde el primer disco se fueron tirando más hacia algo sureño de Estados Unidos y que si bien algo de Ñu se respiraba, esto era otra cosa. No quise inmiscuirme demasiado y preferí escuchar el álbum en cuestión un par de veces sin saber demasiado de su historia, para hacer una reseña desde oyente cero.

“Snakebite” abre a puro golpe. Es una descarga de riffs pegadizos, gritos de furia, bajos presentes entre platillos crash y hi-hats quilomberos que generan ganas de romper todo, incentivándolo aún más con algún corte que arranca al grito de: Go!
Es difícil pegar otro tema tan arriba y que cause el mismo efecto, asi que eligieron (y muy bien) bajar un cambio hacia esa onda casi sureña de bandas como Down. De hecho, alguna similitud podemos encontrar con la acentuación de Phil Anselmo en este “Doom Machine” y el siguiente “Spitfire”.
“Hard to Kill” le puso nombre al disco, así que imaginamos que esto va a ir para arriba otra vez. Riffs y baterías como al principo bien marcadas, pero levemente más bailable (bailable es un decir si estás en el pogo). Si quieren buscar una etiqueta podríamos decir que son una banda de Sludge Metal, y que este cuarto tema resume un poco la esencia de la banda. Pero aún está difícil porque no se quedan solo ahí. Tenemos algo de Stoner bien pesado en “Hammerdown” con casi cinco minutos tratando de salir de arenas movedizas. Y que no se mal interprete, esto es un montón de fuerza moviéndose lentamente.
“Hand of God” muestra algo más de groove al estilo Crowbar, mientras que en “Brutality” retoman la pegada y el gancho en las guitarras, decantando en una base cargada de densidad cuasi industrial, que nos recuerda quién es el productor de todo esto: Russ Russell. Y está bien citar a Napalm Death, no solo porque sea una de las bandas con las que él trabaja, sino porque el audio de su último disco se nos puede hacer familiar.
“The Beast” va redondeando la placa con algunas leves melodías sobre las guitarras, las cuales por lo general solo pasearon por los casilleros con sus cuerdas más graves. Recordar esto hace que este tema se vuelva algo monótono a esta altura, así que incorporaron “Children of the Revolution”, un clásico de T-Rex para meter algo de variedad. A mi gusto no suma nada, pero tal vez era necesario para que este disco pueda superar los treinta minutos de duración.
Un contenido cargado de violencia, distorsión y densidad en una forma muy madura. Entre el Sludge, Hardcore o Stoner se mueve Raging Speedhorn. Te golpea y escupe en la cara su furia (encima son dos los que escupen), pero también le ponen onda, haciendo que “Hard to Kill” sea un disco muy entretenido.
Raging Speedhorn son: Frank Regan (Voz), Daniel Cook (Voz), Jim Palmer (Guitarra), Dave Leese (Guitarra), Andy Gilmour (Bajo) y Gordon Morrison (Batería).