Todavía me cuesta poner en palabras lo que fue esa noche. Hay shows que te gustan, otros que disfrutás… y después están esos que te marcan, que te dejan algo adentro incluso después de que se apagan las luces.
Era un jueves lluvioso, muy lluvioso. En algunos barrios cayó piedra, en otros, directamente un temporal. Aun así, llegué temprano al «The Roxy Live». Las puertas estaban cerradas, y el cielo no se decidía: por momentos amagaba con despejarse, y al rato volvía a largarse con todo. Cerveza en mano, me refugié bajo un techito, esperando que sean las 19:00, horario de apertura del lugar.
Cuando por fin abrieron, entré. Había poca gente, pero era entendible el clima no ayudaba y, además, era un día laboral. Igual, algo en el aire ya se sentía distinto.
La primera banda en salir al escenario fue No Moriré de Rodillas, con ese estilo tan propio que los define y que ya se volvió marca registrada. Son de Florencio Varela, zona sur del Gran Buenos Aires, y lo suyo es garra pura.
Desde el primer tema dejaron en claro que no importa cuánta gente haya o cómo esté el clima, ellos salen a dejar el alma. La intensidad, la entrega, el peso de cada letra… todo se sintió fuerte. Había algo crudo y honesto en lo que hacían.
En su set sonaron temas como «Cuando llegue tu final», «Y mientras tanto tu mundo se cae», «El tiempo no vuelve» y «Falsa amistad», tampoco falto el cover de «T.I.T.A.S.» -Policia.
Cada uno con esa mezcla justa de rabia, melancolía y resistencia que te hace «No morir de Rodillas».
A pesar de que el lugar todavía no estaba lleno, el escenario se preparó rápidamente para la próxima banda.
Lashiva, es una banda que te sacude desde el primer segundo. Con una mezcla potente de Heavy Rock, Djent y Metalcore, logran un sonido demoledor pero también muy trabajado, con una fuerza que no se queda solo en el volumen.
La sorpresa, que terminó de volarnos la cabeza, fue descubrir que cuentan con dos cantantes. Y no por capricho ni por estética, los dos tienen un rol bien marcado, se complementan, se empujan y se contestan. Uno con una voz más rasgada, cruda, y el otro con una potencia más melódica y versátil. Juntos crean una tensión y una energía que te mantiene atrapado todo el tiempo.
Para cuando Lashiva comenzó, el lugar ya estaba a mitad de su capacidad y aunque no era un lleno total, la energía que se sentía era intensa. Los que estaban ahí no hacían por casualidad, se notaba en cada cabeza que se movía al ritmo de los breakdowns, en cada grito que acompañaba las voces, en la forma en que los aplausos se alargaban después de cada tema.
A esa altura de la noche la lluvia ya era un recuerdo lejano. En el interior del Roxy lo que llovía eran riffs pesados, doble bombo y una presencia escénica que lo envolvía todo. Lashiva, supo aprovechar cada segundo arriba del escenario, con una seguridad que no dejaba lugar a dudas, vinieron a dejar huella.
Todo de forma muy, muy profesional, las pistas, las luces, el sonido, «sombras», Tormenta, Esclavo fueron algunos de los temas que sonaron en su set, por lo que pude entender, están próximos a publicar su EP.
Y entonces llegó el momento más esperado de la noche, con una intro que ya despertaba nostalgia y piel de gallina, Tren Loco salió al escenario para celebrar sus 35 años de historia. Treinta y cinco años… se dice rápido, pero hay una vida entera ahí adentro. Canciones, giras, cambios, resistencia. Y todo eso se sintió desde el primer acorde.
Tren Loco sonó con la solidez que solo tienen las bandas que pasaron por todo y siguen de pie. Con fuerza, con emoción, con historia. Cada tema era un viaje y ellos lo sabían. Agradecían, sonreían, se notaba que también lo estaban viviendo como algo especial. Y nosotros ahí, siendo parte.
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue cuando se recordó a Gustavo Zabala, histórico bajista de la banda, que ya no está físicamente pero cuya presencia se sintió en cada rincón del Roxy.
Y como si la noche no hubiese tenido ya suficientes momentos inolvidables, hubo uno más que la convirtió en algo verdaderamente especial: Lautaro, un niño que estaba cumpliendo años, subió al escenario y cantó “Pueblo Motoquero” con la banda.
Fue mágico. No importó la edad, ni el tamaño del escenario, ni que estuviera frente a un montón de gente: Lautaro se plantó con una sonrisa enorme y cantó con el alma. Fue un recordatorio perfecto de lo que genera la música, de cómo atraviesa generaciones, de cómo une. La ovación que recibió fue tan sincera como conmovedora.
El show fue un verdadero repaso por toda la historia de la banda. Desde clásicos emotivos como “Ella”, que hicieron aflorar la sensibilidad más profunda, hasta explosiones de energía como “Piso al taco” o “Desertor”, que desataron pogos, saltos y demás.
Durante más de una hora y media, Tren Loco nos llevó por un viaje que fue mucho más que un show: fue memoria, homenaje, fiesta y legado, quedo demostrado que hay Tren Loco para rato «todos somos vagones».
Cada tema, traía una carga una época, un recuerdo, un mensaje que sigue vigente. Y en cada nota, en cada acorde, se sintió esa pasión intacta que los trajo hasta acá y los mantiene en pie, con 35 años de historia a cuestas y una llama que no se apaga. La lluvia no opaco una fiesta, una celebración, un cumpleaños.
Quiero agradecer a No Morire de Rodillas por hacer posible nuestra participación en este show.


