Los Thrashers de New Jersey formados en 1986 han vuelto a dar un guadañazo después de seis años. Su anterior trabajo de larga duración (The Future State of Wicked, del año 2017) había logrado llamar la atención a base de agresión extrema. Aunque no necesariamente esto quiere decir que la banda haya logrado sobresalir en esta nueva por esto, si es cierto que el efecto en el viejo oyente fue similar al de aquellas primeras escuchas de antaño. No sobresalieron en los 80s, y tampoco sobresaldrían ahora, pero al menos se han vuelto a hacer escuchar. Entre las idas y vueltas de su carrera han logrado plasmar un par de EPs, y tan solo cuatro álbumes completos, con el que hoy nos ocupa. Uno de esos EP (Chopped, Sliced and Diced de 2018) se encuentra como separador entre los dos discos de esta nueva etapa, y algunos cambios de formación se dieron desde entonces. No es para preocuparse, pero habrá diferencias notorias, y aquí paso a comentarlas.
Esta vez eligieron comenzar con una intro (“Crafting Carnage”) para poner algo de suspenso antes de que se pudra todo con “Ravaging The Loins Of Mary”, donde el Thrash toma las riendas de la vieja escuela y nos castiga a puro skank beat. Por ahora venimos bien, pero nos sentimos algo inquietos, cuando notamos que “Never Will I Die” cae en la vulgaridad de bases tarareadas encima con la monotonía de una voz que hasta puede volverse molesta. Los solos de guitarra se acoplan a unos buenos riffs, pero también terminan cayendo en la nada, cuando vuelve la voz para asestar el golpe final a un tema que trataba de levantarse… No hay caso, “Of Hell ” vuelve a meter el dedo en la llaga con una voz que no puede siquiera pasar desapercibida. Ya no es solo el tono y la monotonía, sino que hasta el volumen en la mezcla se puede tornar molesto. Entendemos que el interés de Blood Feast solo sea mantener viva la llama recreando parte de su historia o su sonido, y si bien hace veinticinco o treinta años, este “Infinite Evolution” hubiese sido un disco a tener en cuenta, hoy podemos decir que acá nada se encuentra más alejado de la realidad que el propio título del disco.
“Eye of Glass” es el tema más largo del trabajo, con una duración superior a los siete minutos y medio, y contra todo pronóstico, logra sobresalir a base de riffs entretenidos y uno de los solos de guitarra más originales de los cuarenta minutos que dura la placa. Claro que no todo está perdido, porque esta entrega lejos está de ser un disco malo. Temas como “Outbreak”, con las irrupciones asesinas del bajo de Dave Kramer, o los cambios y arreglos de toda la banda en “The Preacher” siguen manteniendo el barco a flote, mientras “Evilution” logra encender el motor. Si bien hay algunos detalles de guitarra que podemos dejar pasar por alto en estos cinco minutos y medio de uno de los temas más variados de este cuarto larga duración de los estadounidenses, el temita de la voz no es algo que vaya a mejorar demasiado; aunque sí podemos encontrar acá algunos riffs entretenidos donde esta se monta; con buenas progresiones, momentos de suspenso y toda la descarga Thrasher obligada en un álbum de esta índole.
Luego, como si fuera en forma de cachetazo para un servidor, eligen cerrar con “The Chosen”; la cual contiene detalles Voivodeanos que escupen en mi cara para que cierre mi bocota. Las tres veces que escuché el trabajo antes de escribir la reseña tuve la misma sensación de que todo va mejorando con el correr de los minutos, pero también debo admitir que jamás logré acostumbrarme al tono de Adam Tranquilli y sus métricas vocales, como tampoco logré acostumbrarme del todo al audio de la batería de Adam Kieffer. Es cierto que el guitarrista Tranquilli (el miembro con más trayectoria en la banda) es la primera vez que oficia como vocalista, y también es cierto que el otro Adam (el baterista) le da con un caño, pero algo no me termina de cerrar en la mezcla con estas dos cosas… tal vez sea que ambas están bastante al frente. Tal vez yo sea un exagerado, porque imagino que a mucha gente puede incluso gustarle que esto esté al frente. Pero como dice el refrán: sobre gustos…
Entiendo que se puede llegar a destacar el trabajo de las cuerdas graves, como también la idea de mantener todo bajo una contención sónica y compositiva para el agrado del fan más nostálgico. Está bueno que bandas de la talla de Blood Feast sigan adelante, y nos sigan mostrando lo que pueden hacer. Apoyo eso (y me agrada), pero lejos voy a estar yo de calificar a un disco así como lo mejor del año, por más que me haya sacado algunas sonrisas.