Noruega sigue tirando guadañazos. Esta vez para sorpresa de muchos el guitarrista, y ahora también vocalista Anders “Neddo” Odden, ha resucitado su antiguo proyecto con su nombre original. Habían cambiado a Cadaver Inc. al inicio de este milenio editando el álbum “Discipline”, y vuelto a Cadaver en su, hasta ahora, último larga duración “Necrosis” del año 2004.
Si bien habían avisado sobre su regreso a comienzos del 2020, lanzando un EP de tres temas (“D.G.A.F.”), calculo que nadie se esperaba un disco enterito tan pronto.
Con una portada algo bizarra, nos hacen recordar que sus antiguos trabajos llevaban diferencias considerables en su arte, y esto también se transportaba a su música. Pero el detalle de conservar siempre su logo actuaba de sujetador entre tanto viento de cambio. Y no es que sus álbumes sean completamente distintos, Cadaver es una banda reconocible, tiene su rumbo y etiqueta, pero tal vez los cambios de integrantes o el transcurso entre disco y disco, hacían remarcar la diferencia.

Este nuevo trabajo fue creado por solo dos bestias, pero suena como si fuesen una estampida. Si la onda era transmitir maldad e ira a lo bruto, lo han logrado.
Se escuchan gritos y quejidos monstruosos al estilo película de terror de los 80s, que son alcanzados por un misil que cae en forma de música ultraviolenta. “Morgue Ritual” ha comenzado de la manera más directa, palo y a la bolsa.
“Circle of Morbidity” cuenta con unos riffs pegadizos y la colaboración de Jeff Becerra de Possessed haciendo el aguante desde los coros para adornar un tema sencillo pero efectivo.
En “Feed the Pigs», han invitado a Kam Lee (Massacre), que aporta sus característicos e icónicos guturales, pero lo más llamativo es el trabajo de batería.
“Final Fight” puede parecer una canción chata en comparación a otras de duraciones similares, de las cuales sí podríamos remarcar que ocurren más cosas. Acá tenemos Death Metal a diestra y siniestra donde se logra contener lo justo y necesario
Leves sonidos industriales invaden la primera mitad de “Deathmachine”, que va desfragmentándose en algo oscuro y aterrador, reincorporándose con furia sobre el final. Estamos a mitad del disco y la cosa fue tomando forma, llegando tal vez a su pico más alto. La sangre noruega se siente, y “Reborn” es toda una declaración de principios. Muestra el renacimiento de Cadaver de una forma enérgica y contundente, con riffs precisos y baterías asesinas. Tal vez hubiera sido muy obvio si este era el encargado de darle título al álbum (más después de 16 años fuera del camino), pero créanme que lo merecía.
“The Pestilence” y “Edder & Bile” tienen momentos explosivos, pero ya no encontraremos mucho más para ofrecer, los temas anteriores pusieron la vara en lo más alto de este trabajo. Tal vez podamos aquí olfatear algo de Black Metal oscuro y escalofriante, aunque si tienen buen olfato ya lo habrán notado antes.
“Years Of Nothing” vuelve al palo y a la bolsa, mientras que “Let Me Burn” es algo más densa que el resto del disco, con machaques pesados que nos dejan oír los bajos acompañando el doble bombo y solos de guitarra que podrían caberle tranquilamente a Slayer.
La batería a cargo de Dirk Verbeuren (también tras los parches de Megadeth, entre tantas otras) es aplastante, se siente el volumen de pegada con todo a punto de estallar. Para que se den una idea suena como si a Frost (de Satyricon) le hubiesen inyectado una droga intravenosa de esas verdes fluorescentes de película de terror, transformándolo en algo que nos haría salir corriendo al instante con solo mirarnos. El sonido fuerte y seco cumple un factor fundamental en el concepto del disco. Puede sonar exagerado, sí, pero así lo han hecho, y dejándolo correr tema tras tema se entiende claramente el porqué.
El Cadaver huele a podrido pero está vivo, ha sido reanimado… y está furioso.