Perseverancia es una palabra que le cabría a esta banda de New York. Lo suyo siempre fue mantenerse firmes a la esencia de lo que son; Death Metal y punto. Con más de tres décadas de carrera y casi una docena de álbumes de estudio sin altibajos, este año nos presentan su placa más ambiciosa. No digo ambiciosa en cuanto a lo técnico o conceptual del trabajo, sino más bien por haberse extendido un poquito más en la duración habitual a la que nos tenían acostumbrados, y por haber matizado esto con una oscuridad sutil y angustiante, que bien se refleja desde su portada.
Quince son las composiciones que comprenden este nuevo trabajo, con un promedio que va de tres a cinco minutos por tema. El primero es un instrumental de un minuto, “Abandoned”. Una climática introducción a los “Actos de crueldad, actos de vergüenza, actos de tortura, actos de Dios”, como rezan (?) desde el tema homónimo. Vislumbramos desde el inicio una continuación sónica del álbum de 2017, Atonement. Aunque entre tanto blast, voz gutural casi cavernosa y guitarras que a veces coquetean levemente con el core, podemos sentir un aura maldita de Black Metal. Pero no lo digo en concepto, sino en percepción, y el siguiente “The Age of No Light” bien lo refleja desde el título, o con sus guitarras lacerantes a trémolo picking.
La atmósfera oscura y densa te envuelve desde “Noose of Thorns”, hipnotizándote para golpearte desprevenido. Han utilizado a este, su tema más largo, para jugar al tira y afloje. Como una corona de espinas, que se transforma en nuestra soga de espinas… estrangulándonos.
“Shed the Light” se mueve mayormente en un mediotempo opresivo, mientras que “Blooded” retoma los aspectos más básicos de su carrera, que serán mezclados de una manera más eficiente en “Overtures of the Wicked”.
“Immoral Stain”, aun siendo un poco predecible, sirve para matizar el concepto general del trabajo, ya que la siguiente “Incineration Procession” nos ofrece un poco más de sorpresa entre sus bases densas y extremas.
Death Metal clásico será lo desplegado en “Broken Prey”, y volveremos a notar esa leve variación entre el orden de los temas (bien puestos) en “Derelict of Spirit”, haciendo inclusión de cadencias más gancheras de medio tempo y unas baterías exquisitas. Funcionando de separador con el siguiente “When Halos Burn”, que vuelve a explotar en ira con solos de guitarra desquiciados, que a su vez intercede entre el anterior y el siguiente “Let the Darkness In”; poseedor de gancho y violencia en partes iguales.
“And the Flames Wept” hace de introducción instrumental a “Apostle”, el cual sirve para resumir el trabajo, aún conservando unas buenas cartas (desde sus riffs) bajo la manga.
Immolation sigue serpenteando en buena forma. Canciones densas y aplastantes con partes extremadamente furiosas en un balance llevadero, es lo que aquí nos muestran. Con un sonido nítido y acorde a los tiempos que corren, bajo los dedos del mismo productor con que vienen trabajando hace años. Por ende, podremos anticipar que no hay demasiada sorpresa, pero es un trabajo bien logrado. El álbum arranca muy arriba, y puede dar la sensación de ir quedándose de a poquito. Tal vez lo monocromático de la portada también se pase a la música.
Immolation son: Ross Dolan (Bajo y voz), Robert Vigna (Guitarras), Steve Shalaty (Batería), Alex Bouks (Guitarras).