Desde la fructífera escena Thrash de San Francisco en los 80s, muchas bandas han evolucionado, mutado, desaparecido, regresado, crecido… y otras, como la que hoy nos ocupa, han sido bichos raros desde el día uno.
Su idea siempre fue fusionar géneros, como el Thrash con el Funk, y a estos sumarle algo de vanguardia, que podía llegar a colarse con tendencias más alternativas.
Estamos hablando de una de las primeras agrupaciones de metal pesado en contar con un miembro dedicado a manejar bandejas de discos (tornamesas), samples o teclados sobre el escenario. Mucho antes que, por ejemplo, Limp Bizkit o Slipknot. Y si bien Mordred seguía más aferrado al Thrash (estilo Anthrax/Death Angel), que a bandas casi abiertamente alternativas, aunque con condimentos similares de Funk, como Faith No More o Infectious Grooves, era bastante difícil de asimilar su propuesta, debido a que esta se encontraba en el medio del medio. Resultando demasiado extravagante para los puristas, y algo clásica para los que venían de otro palo. Si a esto le sumamos el desinterés promocional del sello discográfico que los manejaba en aquel entonces (Noise Records), estaremos frente a una crónica de una muerte anunciada.
Desde su disolución en 1995, habiendo dejado algunos EPs, y tres álbumes de larga duración, apenas pudimos siquiera enterarnos de alguna pequeña vuelta a comienzos del milenio, y otra reunión allá por 2013. Pero nunca dieron indicios de estar preparando material nuevo. Para sorpresa, hace cosa de un año largaron un EP, y ahora, hace apenas unos días, nos presentaron su cuarto álbum de estudio.
Un buen punto es que tenemos prácticamente la misma formación de su disco debut. Y estos, ya señores mayores, (no tanto) se encuentran en excelente forma.
Guitarras melódicas secundadas por solos con palanca, dan inicio a «Demonic #7», mostrando ya desde el primer tema algunos scratches de vinilo, bases de Thrash Crossover con voces casi rapeadas, y unos buenos coros.
«Malignancy» trae a la mente a los monstruos de Gwar, llevándonos a golpes de pogo hasta un clima bien noventero desde los estribillos (podría tal vez citar aquí a los ex Tourniquet con su proyecto Echo Hollow). También transitaremos por un duelo de scratches de vinilo, que le darán paso a un solo de guitarra bastante creativo.
En «I Am Charlie» tenemos machaques Thrasheros que parecen salidos de las manos de Scott Ian, sumado a la esencia de Mr. Bungle. Esto acompañado con voces que van relatando, y que al parecer hacen referencia a los tiroteos de 2015 en las oficinas de la revista satírica francesa Charlie Hebdo.
«Dragging for Bodies» lleva una atmósfera oscura del tipo Alice in Chains, con unos sintes de fondo escoltando las melodías vocales de Scott, que nos demuestra lo bien que se encuentra su voz.
«The Dark Parade» cuenta con un clima circense, que nos transporta otra vez a las locuras de Mr. Patton, aunque siempre fueron detalles característicos en la música de Mordred. Si bien todo esto está adornado ligeramente por instrumentos de viento y ritmos festivos, deben saber que no faltará el machaque Thrashero.
Continúan «All Eyes on the Prize» y «Dented Lives», que sin ser malas piezas, caen un poco debido a la falta de sorpresa a la que nos acostumbraron hasta aquí.
«Smash Goes the Bottle» cierra el trabajo apuntando a una forma un tanto más cómica. Esto es algo que no desentonaba en aquellas épocas. Muchas bandas dejaban para el final, o para tema escondido, la pieza más descontracturante; ya sea porque se apartaba del concepto del álbum, o para culminarlo de buen ánimo. En este caso a pesar de tener unos ritmos rockerones entretenidos y detalles agradables, se percibe un dejo melancólico. Y al igual que en la portada sentimos que en esta fiesta algo no está bien…
Los que nunca vieron o escucharon nada de Mordred, les recomiendo «In This Live Video», donde podrán apreciar la energía y variedad musical que manejaban estos muchachos a comienzos de los 90s.
Aunque aggiornado a los tiempos que corren, podemos decir que aún continúa viva la vibra y la onda de sus primeros discos, con muchos de los detalles que los convirtieron en una banda tan particular, y tal vez por eso mismo tan desterrada.
Mordred son: Arthur Liboon (Bajo), Scott Holderby (Voz), Aaron ‘DJ Pause’ Vaughn (Teclados y Tornamesas), Jeff Gomes (Batería), James Sanguinetti y Danny White (Guitarras).