Ingresé al recinto un par de minutos después de que Reinará la Tempestad comience su descarga. La banda liderada por Hugo Benítez, junto a sus viejos compañeros del primer Horcas, como Eddie Walker y Gabriel Ganzo, iniciaban su nostálgico repaso acompañados de los guitarristas Jorge Moreno (Serpentor) y el invitado especial Maximiliano Escobar (Malicia) en reemplazo de Oscar Castro. La gente comenzaba a copar el lugar para corear los viejos clásicos de Horcas (inclusive hubo cantitos como el ole ole ola Horcas, Horcas!) pero aún no se animaba al pogo. La asistencia vaticinaba que la noche iba a ser una fiesta, a pesar de que el pronóstico general no era tan alentador. Días antes se decía o se intuía que el Teatro podría llegar a estar a la mitad de su capacidad, pero para sorpresa de muchos, terminó colmado. En su lista cargada de clásicos hubo espacios para los chirimbolos de Eddie Walker en «No habrá piedad», espacios para que todos cantemos «Muerto en la calle», o nos emocionemos con «Solución suicida». A continuación vendría lo que para mí fue la frutilla del postre, Death Angel.
Los filipinos (como nos gusta decirles) salieron a comerse al público como los lobos hambrientos de sus portadas. Tuve la suerte de verlos en su anterior visita allá por el 2010, y desde ahí estuve esperando que regresen algún día a volarnos la cabeza como en aquella oportunidad. Si hay una banda que no baja la vara y la sube a patadas es Death Angel. Sonido perfecto desde el minuto uno. Los bombos de Will (quién más tarde sería visto entre el público disfrutando de Sepultura) te pegaban directo al pecho, mientras ambos guitarristas (Ted y Rob) intercambiaban sus posiciones recorriendo hasta el último centímetro del escenario, y el bajista Damien Sisson junto a Mark Osegueda se divertían con la audiencia. Si bien al comienzo con «Lord of Hate» el público estaba medio frío, la cosa se fue calentando con «Voracious Souls», «Seemingly Endless Time» y «Burried Alive», dejando el lugar al rojo vivo para que nos hierva la sangre. «I Came for Blood» y «The Dreams Calls for Blood» generaron intensas rondas de pogos donde volaban vasos de cerveza y alguno que otro/a asistente aterrizaba por el piso. Increíble la entrega de la banda para el espectáculo, Mark se la pasó gritando, agradeciendo y arengando entre tema y tema (tal vez demasiado) prometiendo que iban a volver. Tremendo set-list donde picaron un poquito de todo, incluido el último «Humanicide» o el viejo «Mistress of Pain». Con esto la entrada ya se pagaba sola, pero todavía faltaba Sepultura.
Se decía que esta era su última gira (veremos) y creo que en el fondo eso terminó por convencer al indeciso, haciendo que el recinto se llenase de gente de todas las edades. Tal cual lo leen, podíamos cruzarnos con jovencitos de 20 años o gente de pelo blanco en cualquier parte del salón. El plato fuerte salía a escena por más de que Death Angel ya había absorbido la energía de muchos. Luego de una prueba fallida de banderas a telón abierto, los liderados por Andreas Kisser también arrancaron sonando bien. Muchas miradas se centraban en el nuevo baterista Greyson Nekrutman, que aún viniendo de otro palo demostró estar a la altura, generando una pared de fuerza junto a Paulo Jr. Pero lo más destacable a mi gusto fue la actuación de Andreas, más que nada por la precisión en cada nota elevada por un audio de guitarra magistral. Mi problema (desde siempre) con este Sepultura es Derrick Green. Lamento decirlo, pero sus cualidades como frontman y como cantante nunca estuvieron a la altura de la circunstancia, y esta vez tampoco fue la excepción. Sus pronunciaciones sesosas más sus tímidos bailes raperos no me cuadran en Sepultura. Obvio que esto no llegó a opacar la fiesta para la mayoría, pero tenía que decirlo.
La lista de canciones fue extensa, como se esperaba de un show despedida, aunque si me dan a elegir yo hubiera hecho más hincapié en traer temas de la era dorada. «Refuse/Resist», «Territory», «Escape to the Void», «Troops of Doom», «Inner Self» o «Roots» se intercambiaban con la última era de la banda. «Kairos», «Means», «Guardians», «False», «Choque» o «Agony» de todas maneras sonaron intensas, e inclusive se dieron el lujo de invitar a los Death Angel a participar de «Kaiowas».
Como dije antes, más allá de gustos personales, de la preferencia por una u otra banda, de uno u otro frontman, lo que se vivió fue una fiesta, así que estamos más que agradecidos con Marcela e Icarus por la invitación. De hecho, hay que felicitarlos también por la organización. Lugar, sonido, luces, horarios, cantidad de bandas, todo fue un total disfrute.