Estamos frente a lo que, a mi parecer, es una de las bandas más infravaloradas de la música extrema; una de esas gemas exóticas y únicas, con un altísimo valor cultural opacado por una injusta ley de oferta y demanda, de la cual ellos siempre estuvieron al margen. Está claro que poco les importa entrar a las grandes ligas del mercado musical, ya que nos lo han demostrado con una docena de álbumes (y varios EPs) que se caracterizan por tener una receta hecha a base de mezclar lo que se les antoja en proporciones desiguales, para que lo disfrute solo aquel que tenga un paladar negro en lo bizarro.
Un día, allá por mediados de los 90s., apareció mi hermano con un nuevo amigo, al cual insistía que yo debía conocer. Al parecer, este joven muchacho (Orlando) era la persona con el material extremo más under que jamás hayamos visto o escuchado. Tal es así que, en aquella primera visita a casa, apareció con algunos cassettes de distintas partes del mundo, en los que se encontraba la primera producción de una banda japonesa llamada Sigh. Claro está que hice mi copia en cinta, tratando también de copiar el logo casi indescifrable de la tapa, en mi lámina en blanco. Tiempo después me enteré de que esa producción había sido editada por el sello noruego Deathlike Silence, y que este pertenecía al finado guitarrista de Mayhem. Toda la locura de los asesinatos, quema de iglesias, y discos de metal negro, llegaron a mí justo después de aquella cinta del “Scorn Defeat” de Sigh. Por ende, guardo un gran cariño por esta banda. Y aunque no me considero un fanático acérrimo, sí les puedo decir que nunca les perdí el rastro, y que he llegado a disfrutar mucho de gran parte de sus trabajos.
Lejos le ha quedado la etiqueta de Black Metal, al menos en cuanto al significado tradicional del género. Pero podríamos arriesgarnos a decir que practican una especie de Avant-Garde/Black Metal, hablando a gran escala.
De entrada, nos muestran una excelente producción sonora donde batería y guitarra marcan el pulso para que la voz no pare un instante hasta la mitad del tema, cuando entra un solo de guitarra que descolla en onda, y pasan de la atmósfera pantanosa a unos blast beats desenfrenados. Desde ahí bajan a la tranquilidad de la experimentación añadiendo instrumentos de viento, congas, sintetizadores y pianos, para culminar de una manera elegantemente exótica estos primeros ocho minutos del álbum con “Kuroi Inori/Kuroi Kage”. Temas largos y temas cortos se mezclan, intercalando paz y furia. “Shoujahitsumetsu” resulta ser una descarga ultraviolenta, con el agregado de solos al estilo Melodic Power Metal, mientras que “Shikabane” y “Satsui – Geshi no Ato” nos grafican claramente que esto es una banda japonesa, y no sólo por el idioma en que cantan.
Agregan algo de tranquilidad mística a la olla con “Fuyu Ga Kuru”. Cómo se disfruta, y cuánto suma tener un buen baterista. Es impresionante el trabajo de Mike Heller (Fear Factory, Raven, entre otras). Cómo acelera, cómo rellena, cómo baja y acompaña en una pista musical que pasa por todas partes; donde hay sintes, instrumentos de viento, o instrumentos de percusión como congas y bongos, tocados por él mismo. El otro contratado es el nuevo bajista de Kreator, Frédéric Leclercq, que en Sigh se ha encargado de grabar tanto bajos como guitarras, incluidos los tremendos solos melódicos, como por ejemplo en la extrema pero pintorezca “Shouku”.
Temas como “Mayonaka no Kaii” se vuelven casi inexplicables, inclusive observando el video animado por Costin Chioreanu, notaremos que todo es sumamente exótico. Las influencias del Rock progresivo y psicodélico de los 70s están muy presentes. La utilización de flautas, percusiones o teclados Hammond claramente colorean y encuadran un poco el concepto del tema, o más bien del álbum en general. Todo el disco en realidad tiene mucho de esto, pero también mucho de aquello, mucho de su cultura (el final con “Touji no Asa”, cual mantra de sanación estilo oriental, por ejemplo), sonidos futuristas, mucho metal clásico, metal extremo obviamente. Pero todo tan bien mezclado que, a pesar de lo bizarro, se nota muy elegante. El sonido en general acentúa esto último, dejando a “Shiki” dentro de las producciones más fantásticas y creativas del año. Gracias Mirai Kawashima (Voces, teclados, flautas, clarinetes, guitarras, y cantidad de instrumentos autóctonos japoneses) y a su compañera, la Dr. Mikannibal (voces y saxofones) por seguir brindándonos su arte.