Una de las bandas más importantes de la nueva ola del Thrash pisó nuestras tierras con su “Latin America Tour 2022”. El amague venía desde el año 2014, cuando la fecha que tenían pactada para realizar en el Asbury Club, del barrio porteño de Flores, fuese cancelada durante ese mismo día. Un muy mal manejo de la productora, sin dudas. Esta vez se tomaron otros recaudos, y los muchachos comandados por Joel Grind al fin pudieron desplegar su arsenal en una noche festiva donde imperó el mosh.
La cita era en el conocido Uniclub, de la zona del Abasto. Pasadas las 20hs se hizo presente en el escenario Pucará. Única banda local encargada de abrir el evento. Su nombre proviene de una palabra que en quechua significa fortaleza. Pero hace alusión a los aviones IA-58, utilizados en la guerra de Malvinas. Así es que con fuerza y valentía salieron a comerse a un público que ya había ocupado gran parte del recinto. Brindaron un show bastante ajustado a puro Thrash, donde fueron generando un leve increscendo en el ánimo de la gente, llegando al punto máximo de ebullición cuando el cantante Guillermo Tarzia, entre chistes de Coldplay y hacer colas, obligó a los presentes a golpearse en un pogo masivo al son del clásico “A Lesson in Violence” de Exodus. Varias veces, en distintos períodos de tiempo, pude ver a dicha banda en vivo y debo admitir que, según mi memoria, los Thrashers bonaerenses han subido varios escalones sónicos a cómo los recordaba. Una digna entrada para un plato principal que iba a estallar en nuestras cabezas.
Sin anuncios, ni intros, ni pantallas, ni bandera, ni vuelteretas, salían los Toxic Holocaust a escena. El reloj marcaba las 21:30 hs. y la gente se agolpaba a la valla del escenario, en un lugar que se encontraba prácticamente repleto. Convengamos que estamos hablando de un día martes, y que en las afueras nunca se vislumbró demasiado tránsito de gente. Aun así, el público concurrió y con ganas de golpearse durante una hora de Holocausto Tóxico. Los de Oregon practican un Thrash bastante directo, matizado con algunos toques de Crossover que puede acercarse tanto al Punk como al Black Metal. Estamos hablando de pequeños toques en su veta más cruda y lejana de tiempo. Pero se notan, y eso pinta bastante bien el perfil de la banda, que está conformada por un trío de bajo y voz, guitarra y coros, más batería (Joel, Eric y Tyler, respectivamente). Técnicamente, ninguno sobresale más que el otro y todos cumplen su función de una forma concisa. Utilizan bases directas con riffs sencillos donde hay pocos solos de guitarra, y junto a la batería se mueven como un bloque de concreto que va directo a tu cabeza. Pero hay que remarcar que Joel es el dueño del proyecto y que como buen frontman nos lo hará notar. Pasearon por su discografía castigándonos con temas como “Bitch”, “Silence”, o “Gravelord”. Generaron pogos masivos en “Acid Fuzz” o “Wild Dogs”.
Mostraron algo de lo último como “Primal Future”, nos hicieron corear en “War is hell”. Siempre mostrándose tolerantes y buena onda con la gente que no paraba de invadir el escenario para practicar el Stage Diving. Inclusive abrazándolos en varias oportunidades, copándoles los micrófonos para gritar y hasta empujándolos sin querer. Tal buena onda debía ser recíproca, así que cuando pedían un “circle pit”, como en “Death Brings Death”, el público los complacía efusivamente. Así llegaban al final con el festivo y cuadradote bailable de “The Lord of the Wasteland”, para retirarse por un minutito; dejando sobre el escenario a los instrumentos, que generaban un acople ensordecedor bien característico del Thrash más radical. Luego volverían a salir para deleitarnos con dos clásicos a modo de bises (“666”, y “Nuke the Cross”). Todo transcurrió tal cuál lo imaginábamos. Buena onda, buen sonido, mucho pogo y mosh.