Desde Lima, Provincia de Buenos Aires, el incansable Alejandro Nahuel Sabransky (o Alejandro Nawel, en este proyecto) nos ha entregado la séptima producción de Bokrug, editada en forma física hace algunos meses. Él mismo es el encargado de grabar las guitarras, las voces, el bajo, y también de programar los sonidos de batería en su estudio. Esto se gestó durante el primer encierro de la pandemia del Covid-19, entre abril y mayo del año 2020, donde las Manifestaciones de la decadencia ubicua dieron forma al séptimo hijo del reptíl.
Podríamos percibir a Bokrug como la amputación siamesa de 1917. Una amputación que cuenta con vida propia y que carga con el peso de la monstruosidad; manteniendo algunos rasgos genéticos de su hermano, que intentan ser fagocitados por la anomalía. Relatos de horror y ciencia ficción, musicalizados con melodías retorcidas y extremas que van desde el Grind al Brutal Death Metal, conforman casi la totalidad de esta nueva entrega. Tendremos bastante metal extremo al estilo de la vieja escuela mixturándose con buenas atmósferas, que se manifiestan al instante desde “Overture” (a modo de intro de suspenso), para dar pie al más corrosivo Death Metal en temas como “Demonic Parthenogenesis” o “Bioexorcism”. Uno con detalles sombríos, y el otro con armónicos en sus guitarras. Mientras que canciones como “Induced Autophagia” cuentan con ambos recursos en sus casi dos minutos de duración.
“Lo que sueñan los difuntos” incorpora elementos del Grindcore de una forma bastante siniestra. El bajo construye y destruye al mismo tiempo, como si fuese un director de obra trastornado. El título en castellano nos obliga a querer prestar atención a la letra, pero esto se vuelve una tarea casi imposible, aun para el oído más entrenado en las cuestiones extremas. La guturalidad y el entierro de las voces en la mezcla del disco dificultan cualquier comprensión, así que debemos tratar de guiarnos por nuestro instinto, ya que las letras tampoco aparecen en el librito del CD.
Temas como “Panspermia” o “En la fosa” dejan ver el ADN de 1917 en alguna base de guitarra, pero el Grindcore vuelve a asomar para tapar la evidencia, que terminará por ser enterrada en “Genetic Recombinations”, con sus cadencias pesadas y extremas que van aumentando para dar tope en “Fractal Abyss”. Es ahí cuando el disco vuelve a tomar aire con la otra parte del instrumental ambiental “Necrotic Intermezzo”, haciéndonos saber que este actúa de calma antes de la tormenta, porque “Experimental Human Cryptobiosis” va logrando un increscendo de tempestad sónica que seguirá aumentando su carga desde “Towards the Black Dunes” hasta “The Essence of the Dead”. Estos últimos se mueven incorporando melodías similares a las bandas primigenias del viejo continente. Pero para que esto no termine sellando, e inclinando el concepto del trabajo a un lado de la balanza, Nawel decide agregar un cover de la banda de culto estadounidense Repulsion, como un buen estabilizador final.
Hay al menos dos factores que separan a este trabajo de cualquier banda extrema under, y también de cualquier banda que busca el sonido de ultratumba. Uno es que el audio de la batería, al ser programada digitalmente, carece de la gravedad sonora seca de, por ejemplo, los primeros álbumes de Carcass. Pero sí podría llegar a acercarse bastante a algunas placas de bandas como Mortician. Otro factor, que podría separarlo inclusive de bandas como la recién citada, es que atrás de toda esa máscara de aberración, Alejandro no puede ocultar su buen gusto por la melodía. Por más dosificada que esté, esta logra plastinar los restos antes de que alcancen la descomposición. Por ende, se llega a apreciar el detalle musical entre tanta cacofonía. Eso hace que este disco no caiga en la monotonía, y se pase tan rápido, como rápido van sus temas, casi nunca superando los dos minutos y medio por manifestación.