King Buffalo – “The Burden of Restlessness” (Stickman Records, 2021)

Hace tan solo un año me encontraba yo descubriendo a esta banda de Stoner Shoegaze psicodélico con pinceladas a lo Tool, la cual había logrado captar mi atención, forzándome a aportar la reseña de su anterior trabajo en el sitio. Estos tres personajes de Nueva York al parecer andan sobrados de tiempo y amenazan con editar tres álbumes durante el transcurso de este año. Se ve que el encierro de la pandemia los obligó a trabajar en nuevos temas, y las creaciones les han salido a roletes. Es hora de cosechar, y me da la impresión que no es lo único que estuvieron cosechando…

“Burning” arranca como si fuese un péndulo que va hipnotizando con sus bases repetitivas, donde el bajo es quién logra destacar. Desde la letra transmiten el lamento de haber perdido otro año, seguramente haciendo referencia a la situación en la que nos encontramos todos. Una canción introductoria con momentos semi explosivos para ir metiéndonos en clima.

Levemente más movido continúa “Hebetation”, a base de un sonido de guitarras saturadas, con arreglos de sintetizadores que van adornando los minutos de una manera muy efectiva. Así es que crean una atmósfera cuasi lisérgica llena de colores para pintar la música que parece venir de varias décadas atrás, y que sin embargo, logran transformar en algo futurista.

“Locusts” flota tranquila durante un buen tiempo, pero no debemos confiarnos en este vuelo, porque el clima está bastante pesado. Tendremos algunos pozos de aire que nos harán elevar la adrenalina desde los pegadizos estribillos, sumado a guitarras que caerán como rayos Pinkfloydeanos, para dar paso al corte de difusión “Silverfish”. Un claro ejemplo de como hacer tanto con tan poco. Con unas métricas que juegan a la repetición, e irán generando un increscendo espectacular, donde los sintetizadores otra vez cumplen un rol esencial y la pudrición de las guitarras aparecerán en el momento justo.

“Griffter” y “The knocks” tienen lo suyo; logran transformar la atmósfera por la cual nos van guiando, para desembocar en momentos eléctricos. Esto para algunos podría ser como un arma de doble filo, porque podrán notar que casi todo el tiempo estoy describiendo lo mismo. Generar clima para ir viajando plácidamente hasta la eclosión. Es verdad que está todo perfectamente armado para lograr hipnotizarnos, y lo logran, pero esto siempre va a depender del estado en que se encuentre cada oyente. Por eso siempre digo que la música es subjetiva. Inclusive debo admitirles que he escuchado el álbum de unas ocho a diez veces, y en ocasiones me pegué un viaje de fascinación increíble, y en otras logró aburrirme. Hay momentos y momentos para escuchar este tipo de música, que bien podríamos resumir con la canción que cierra el trabajo, “Loam”, porque contiene un poco de todo lo que se encuentra repartido en los cuarenta minutos que dura la placa. Juegan con sonidos que consiguen expandirse después de envolvernos durante un tiempo, atestado de fascinantes arreglos de guitarra y sintetizadores, sobre voces calmas que van cantando entre golpes concisos de batería. Esta psicodelia relajante se guardará uno de los momentos más fuertes para cerrar el todo. Y como ese todo roza lo minimalista, los King Buffalo aprovechan hasta el mínimo detalle sonoro para mantener un equilibrio musical, transformándolo de alguna manera en algo elaborado. La producción es tan cristalina que juega un papel fundamental, razón que también les sirve para acentuar los momentos más turbios.

King Buffalo son: Sean McVay (voz, guitarra y sintetizador), Dan Reynolds (bajo y sintetizador), Scott Donalson (batería y percusión).