En 1992 un sello francés (Holy Recors) abrió sus puertas a conceptos artísticos vanguardistas. El surgimiento del avantgarde death metal, death doom, el atmospheric y cantidad de propuestas oscuras y novedosas llenaron su catálogo. Entre las fichadas bandas francesas, noruegas o suecas teníamos un puñado de agrupaciones griegas, como los hoy reconocidos mundialmente Septicflesh, los controversiales Rotting Christ y a los primeros en ser editados por dicho sello; los casi olvidados: Nightfall.
Una distribución aceptable (mundialmente hablando) hacía que pudieras adquirir sus lanzamientos. No eran discos que fueras a ver en grandes cadenas como Musimundo, claro está, pero si recorrías el submundo del metal y frecuentabas disquerías especializadas, podías encontrar las llamativas ediciones de Holy Records.
Así fue que di con Nightfall. Una banda bastante particular (como todas las del sello) que se movía dentro de géneros como en death/doom, con toques de black melódico, desprendiéndose de esto solo en un corto período a finales de los 90s, cuando giraron su propuesta hacia el gothic rock.
Luego de su noveno trabajo (Cassiopeia, 2013) entraron en un letargo, pero la pandemia parece haberlos despertado. Este año nos presentaron su nuevo álbum, que viene cargado de vivencias personales para disfrutar durante tres cuartos de hora.
Un piano de lo más oscuro nos introduce desde “She Loved the Twilight” a los primeros acordes melódicos de “Killing Moon”. De a poco irá subiendo la pegada hasta dar con riffs cargados de machaques thrasheros. Esto se mezclará de buena manera con melodías y coros a repetición que ya son marca registrada del país; como bien nos sabe mostrar Rotting Christ.
El bajo tendrá un sonido muy presente a lo largo del álbum, y es algo que podemos notar al instante en “Darkness Forever”. Una mezcla de riffs thrashers y trémolo black sobre blastbeats, se entrelazarán hasta un final con tonalidades de oriente medio, haciendo de esta una pieza bastante variada.
“Witches” muestra un lado más doom, que nos permite pensar en álbumes anteriores. Pero no faltarán los ritmos explosivos para mantenerte alerta.
“Giants of Anger” tira y te arrastra en un clima espeso. La melodía de las guitarras lo hacen llevadero y entretenido, ya que logra envolverte con su manto de oscuridad; mientras que “Temenos” no lo logra de manera tan eficiente, a pesar de la cantidad de cambios que este presenta.
La melancolía se apodera de “Meteor Gods”. Voces corales y arpegios de guitarra limpios abren la pista. Cuando logras entrar en trance, una granada estalla de la nada a modo de blast y machaques violentos. Luego de la explosión el polvo se asienta, como así también lo hace la música. Los ritmos lentos dejan espacio para que se luzcan las guitarras con unos buenos solos. Nuestra mente querrá viajar a Inglaterra, por algunos acordes cercanos a My Dying Bride; pero caeremos en la realidad de que seguimos en Grecia.
“Martyrs of the Cult of the Dead (Agita)” se te pega con sus bases repetitivas casi góticas. Las estructuras la convierten en una canción muy escuchable y disfrutable a pesar de llevar consigo bastante oscuridad. Arreglos melódicos de guitarra, estribillos, solos, y hasta una voz femenina son, sin duda, un combo ganador.
“At Night We Prey” toca fondo. Todo esto ha tratado sobre la depresión sufrida por el líder del proyecto Efthimis Karadimas, que inclusive fue el causal de que la banda esté inactiva por tantos años. Esta pieza, como “Wolves in Thy Head” se mueven lento, con una voz desgarrada acorde, y todo ese aroma ritual que han transformado en clásico de la región.
Uno de los aspectos que casi logran destacar es la incorporación de Fotis Benardo en la batería, quien años atrás dejó su descomunal impronta en la cabeza de este “Big 3” griego (Septic Flesh, Rotting Christ y Nightfall). Y pongo “casi” porque, si bien su trabajo es excelente, no logro (al menos yo) encariñarme del todo con el audio final de la batería. Algunas compresiones extremas hacen dudar de si sus golpes han pasado por todos los temas. Tal vez sea una exageración mía, porque no deja de ser un detalle. Otro buen punto es que el trabajo es variado y entretenido. No vamos a engrandecerlo diciendo que es una genialidad, porque no lo es. Pero sí podemos decir que da gusto escucharlo y que el detalle de volver a utilizar el antiguo logo es una buena declaración de principios.
Efthimis Karadimas (Bajo y Voz), Mike Galiatsos (Guitarra), Kostas Kyriakopoulos (Guitarra) y Fotis Benardo (Batería).