Más que mezclar estilos, diría que géneros como el AOR se fueron fagocitando al Metal primigenio de Ghost. Esto no quiere decir que se haya perdido, pero tal vez coincidirán conmigo en que la oscuridad inicial de la banda hoy se encuentra atravesada por un arcoíris. Aunque este nuevo material no esté hecho para mentes cerradas o viejos ortodoxos, tal vez sean justamente ellos (casi que me incluyo) los que puedan llegar a desfragmentar los mensajes de “Impera”. Ya que se encuentra cargado de guiños al Hard Rock de los 80s; guiños que Tobías siempre supo encriptar como mensaje para los melómanos, inclusive (y casi de manera evidente) desde alguna portada.
Un instrumental de notas sentimentalmente épicas, titulado “Imperium”, se roba el primer minuto y medio en esta entrega. Entonces, ahora sí, abre el disco con un hitazo, donde las guitarras impregnadas de todo esto que citaba anteriormente, también nos pueden hacer recordar por algunos segundos a bandas como Mr. Big. Todo fluye tan natural que hasta parece increíble. Tras un velo de colores brillantes se notan las figuras del Heavy o el Rock Progresivo, inclusive alguien podría fantasear con acordes que suenan a un “Fear of The Dark” deformado adrede, con cortes de batería bien acentuados que van dando paso a innegables pasajes al estilo de los canadienses Rush. Este primer corte, “Kaisarion” se vuelve adictivo a medida que se suman escuchas. Cada detalle vocal, cada colchón de teclado, cada arreglo de guitarra o cada golpe de batería, esta puesto ahí para que vibre.
La siguiente pieza “Runnaway”, ah no… perdón, me confundí por el teclado. “Spillways” es su nombre, y está llena de latiguillos ochentosos. Incluye solos de guitarra Samborezcos y un bajo destacable, ejecutado por el mismo Papa Emeritus IV. Así llegamos a “Call Me Little Sunshine”, que cuenta con video clip. Oscuro, pero tampoco tanto. Y ya que la reseña pintó por el lado de las comparaciones. ¿Cómo se imaginarían una mezcla musical entre Def Leppard y Tool? Creo que esa mezcla bajo la interpretación de Ghost, no podría sonar de otra manera, más que como suena en esta canción. En cambio “Hunter’s Moon” funciona como un coctel de lo que venía mostrando la banda en trabajos anteriores, más que nada haciendo hincapié en las partes más pesadas de “Meliora”.
La machacante “Watcher in the Sky” puede ir desde Metallica hasta Ozzy Osbourne, con un sonido pulido donde las guitarras cortajean, el bajo pulsa perfecto, y el bombo golpea directo al pecho, mientras Tobías la clava al ángulo con los agudos. Este apunta a ser un buen tema para disfrutar en vivo. Hasta podrían dejar el pasaje “Dominion” para enganchar con “Twenties”, que también tiene una buena pegada para el vivo, aunque sus estructuras sean bastante más teatrales. Luego de los minutos con las guitarras más pesadas del disco pasarán al momento más calmo en “Darkness at the Heart of My Love”, y levantarán con otra composición magníficamente delicada (“Griftwood”), que nos sonará como un homenaje a Van Halen (¡Salve Edie!). Pero a pesar de esto no podemos dejar de citar que los condimentos que le agregaron, hacen que todo tome un gustito pegajoso a Def Leppard (en todos los sentidos… buenos al fin).
El pasaje oscuro, “Bite of Passage” nos lleva al final con “Respite on the Spitalfields”, y ya no quiero volver a nombrar a los británicos azucarados, pero el sonido de las guitarras me los sigue recordando. Así que me olvidaré de ellos y pensaré en Whitesnake por algunos momentos… si, en el clásico de 1987, “Still of the Night”, y volveré a escuchar el disco una y otra vez para ver si encuentro más guiños.
Cada nuevo trabajo de Ghost es un desafío para el oyente, y voy a admitir que (otra vez) a primera escucha no me sedujo, pero que a medida que suma reproducciones se vuelve adictivo. Una obra que se vuelca un poco más a lo político y nos habla sobre la caída de los imperios, sin dejar de lado la temática oscura y el renacimiento. En cuanto al audio, otra vez quedó en manos del gran Andy Wallace, que para esta ocasión agregó un poco más de filo a la batería, amalgamándose bien con el brillo de los instrumentos. Estos se encuentran en un plano parejo entre sí, generando una combinación sonora pesada y oscura, pero a la vez fiestera y glamorosa, como un yin yang de luz y oscuridad perfecto. Tobías es el Tobías que conocemos, con su melosidad Popera a tope, donde ha logrado meter algunos tonos más agudos. Desde los coros notaremos más presencia femenina, que junto a los teclados cumplen muy bien su función. Nettermalm se luce en la batería, y nos lo hace notar solo cuando la canción lo pide. Todo está sumamente cuidado, y aquí hay que resaltar la incorporación del guitarrista de Opeth, Fredrik Åkesson, que le puso otro color al proyecto, con algunos detalles y solos magistrales.