Los enfermos, los moribundos…. y los muertos son el título del álbum número dieciséis de la filarmónica del colorado (como los apodaría un prócer del metal en Argentina). Un título que dice mucho sobre el momento actual, a pesar que este refiere a pandemias de otra era, como bien nos muestran desde su portada. Podemos extrapolar esto a la música, donde hallaremos mucha referencia a otras eras de la banda, proyectadas desde el hoy.
El tema homónimo es el elegido para abrir este nuevo trabajo, con un arpegio oscuro que denota preocupación. Desde ahí caerán riffs y melodías clásicas para poner el pulgar arriba al instante. Detalles en la pronunciación de palabras como Rats (Rrrrats) me sacan sonrisas de oreja a oreja. Las siguientes “Life in Hell” y “Night Stalkers” suben la velocidad al apogeo del Thrash, dejando leves espacios climáticos entre riffs filosos y solos de guitarras majestuosos. Y puedo afirmar que la incorporación de Kiko Loureiro ha sido lo mejor que le ha pasado a Megadeth desde la disolución del classic line-up a finales del milenio pasado.
Otro arpegio climático salpica de aires cinematográficos a “Dogs of Chernobyl” bajando al tempo medio de los 90s, y subiendo a la era más Thrasher sobre el final, pasando de la radiación extrema a deshacer conjuros. Sí, “Sacrifice” tiene su relación con una de las canciones que más mortificaron a Mustaine desde su conversión al cristianismo (¡puaj!), así que podrán encontrar en ella guiños musicales, tras un velo del medio oriente.
“Junkie” podría haber estado bien en lanzamientos no tan afortunados, como The World Needs a Hero, Th1rt3en o Super Collider, pero en este se queda un poco atrás. Por ende, creo que junto al innecesario interludio “Psychopathy”, y “Killing Time” (con su coro simpático y pachanguero) forman el bloque más débil en la mitad del álbum.
“Soldier On!” se mantiene gracias a un estribillo armado de manera elegante y pegadizo, donde los arreglos de guitarras, las voces y la batería, realmente se lucen. De hecho, aprovecho para remarcar aquí la labor del baterista Dirk Verbeuren, quién últimamente venía cargado de trabajo. Tal vez alguno de ustedes habrá leído la reseña del disco de Cadaver, publicada en la página hace dos años, donde un servidor había quedado totalmente anonadado con los golpes asesinos de este baterista. Y no es Megadeth la banda donde pueda descargar tanta bestialidad, pero es increíble cómo se percibe su estado metamórfico, los lugares, y los tiempos que se toma para demostrarnos su talento. Dave Mustaine, si mal no recuerdo, había dicho que en este nuevo trabajo habían incluido hasta ritmos de blast beats; pero si no prestás demasiada atención te los perderás, porque son detalles mínimos, pero grandilocuentes a la vez, que van contenidos en dosis pequeñas para que nadie se agarre la cabeza. Como en el final del tema en cuestión.
“Célebutante” podría haber sido un clásico en un álbum de Dio (bajando algún decibel). Tanto riffs como baterías me lo recuerdan. Ahora… ¿Qué carajos les pasó por la cabeza para meter una voz diciendo “Ooh-La-La!”? ¿Contrataron a Jessica Rabbit para eso? Qué estupidez…
“Mission to Mars” es otra canción llena de reminiscencias a tiempos pasados, inclusive tiene su latiguillo lírico con Rust in Peace. Y no sé si es para decir que volvieron, pero así se despiden desde “We’ll Be Back”, con más guiños al pasado. De esta forma culmina un trabajo más que interesante, donde no creo necesario describir los bonus tracks, ya que no tienen absolutamente nada que ver con el resto del álbum.
En cuanto al sonido, a pesar de ser excelente, podría resultarles algo plano, y con una estética plástica que ya hemos escuchado mil veces. El encargado de la consola es Josh Wilbur (también lo fue en Dystopia), así que no esperen demasiada sorpresa. Bastará con chequear qué bandas anduvo mezclando últimamente, y notarán que se mueve en un rango dinámico bastante acotado. Todos sabemos que el bajista David Jr. fue despedido por pajero, y que el gran Steve DiGiorgio ocupó su lugar en la grabación del álbum. Tal vez muchos esperaban que este nos sorprenda y desborde con sus habilidades, pero no fue así. Si bien el bajo está bastante presente y tiene sus momentos, podrían haber puesto a cualquier otro bajista, que no notaríamos la diferencia. Otro punto que puede dividir aguas es la voz (a mí me gusta), ya que se percibe algo gastada y más grave, desde hace algunos años. Pero no olvidemos que el colorado pasó por un cáncer de garganta, operaciones y demás problemas, que obviamente pueden repercutir en el estado de su voz. En lo personal, puedo decir que pese a todos los obstáculos el resultado final es muy digno. Alguien podría quejarse… yo lo celebro. Todo esto sería como buscarle el pelo al huevo, pero hay que decirlo, porque también es cierto. Por ende, creo que no va a ser este un disco que le dé pelea a los que todos ya sabemos, pero sí se mantiene en la línea de sus mejores producciones de los últimos veinticuatro años, inclusive podría entrar en la terna con System y Endgame, si las tarjetas de los jueces le dan la pelea por puntos contra Dystopia. Sea como sea, debemos festejar porque después de todo es un buen disco. Así que una vez más, gracias colo por seguir brindándonos tu magia.