Hoy trataré de hacer algo desde otra óptica. Elegir una banda que no conozco y tratar de escribir a medida que va sonando. Siempre prefiero darle varias escuchas al disco que será reseñado; más aún si desconozco el proyecto. Así que veremos que sale, y a la espera de que cuando vuelva a escucharlo mis sensaciones o palabras se mantengan… Bueno si, sino no estarías leyendo esto, aunque también espero que se sostengan en el tiempo con alguna futura escucha, ya que hasta aquí creo que solo habrán sido dos pasadas.
Piqué algunos pocos segundos de un pequeño puñado de discos, y Voidfall me pareció que podía llegar a ser interesante. Las demás sonaban a producciones de emulación por computadora o a demos precarios. Mientras se bajaba el que hoy nos ocupa (no todas las reseñas las hago desde el disco físico, lamentablemente. A veces escribo de cebado por no aguantar hasta comprarlo y a veces, como creo que es en este caso, ni siquiera existen en formato físico… al menos por el momento), busco un poco de que se trata; ya sea país de origen, formación (prefiero evitar los one boy proyect), etc. Me meto en Metal-archives, digamos.
Llega el momento de darle play y comienza a sonar una introducción fílmica bastante oscura con tintes eclesiásticos de casi dos minutos y medio (algo larga ciertamente), “Call of the Void”, la cual da paso a sonidos de guitarras y bajos característicos de la escena sueca. La banda en cuestión es australiana, pero los primeros acordes de “Star Crusher” me transportaron al Sunlight Studios. Death Metal clásico del no muy violento, con algunos detalles doombetas.
Luego de esto llega “The Wolf” y la cosa apunta a ponerse más áspera, cuando noto que el tema en cuestión acusa unos siete minutos. Estaba claro con esto, que las revoluciones serían fluctuantes. Buenos machaques, redoblante seco y retocado al frente, algun blast beat y gritos guturales lacerantes nos van pintando muy bien de que se trata todo esto, cuando pasa a “Idolatry of misery” y nos sorprende con algunas melodías inesperadas que nos pueden hacer recordar al viejo Paradise Lost. Mientras que en “Skull Tower” mixturan muy bien la vibra inglesa de Bolt Thrower con el clima sueco.
Un breve pasaje de cuerdas nos transporta a “Necrotica”, donde vuelven a aparecer las influencias de Mackintosh y cia. Las guitarras crujen a más no poder en “Damnatio Memoriae”. La distorsión y la pesadez se apoderan de todo. No hay complejidad en sus estructuras, pero van cambiando de una manera razonable para mantenernos atentos en unos temas que promedian los siete minutos. De hecho, el último “Legacy of Horror” se extiende un poco más, hasta los ocho minutos y medio. Puede sonar excesivo a esta altura, pero aun así logra entretenernos. La idea musical parece viajar bastante seguido de Inglaterra a Suecia. Hasta me atrevo a citar a My Dying Bride en la primera parte de la canción, la cual irá mutando con sus guitarras de motosierra hasta la fría Escandinavia, a base de riffs pegadizos.
Si buscan originalidad pueden prescindir de escuchar Voidfall, pero a pesar de no destacarse por esto, ni por desplegar un mayor virtuosismo en sus composiciones, debo admitir que he disfrutado este “No God but Death”, y vaya que el nombre del trabajo nos dice mucho. Creo que es un buen primer paso en un camino que se proyecta como interesante. Con un rumbo bien marcado, apuntado quizás a gente gustosa de bandas como Dismember, Bolt Thrower, Paradise Lost o Edge Of Sanity (no por nada le mandaron el álbum Dan Dan Swano para que lo masterize). Al menos yo, estaré atento a ellos.
Voidfall son: Adam Giangiordano (batería), Vaughan Arnott (voz), Daniel Green (bajo), Travis Ham y Mark Hamono (guitarras).