El sello que se encarga de editar el segundo álbum a estos tanos se llama Avantgarde. Es conocido, ha editado bandas como Behemoth, Shining, Katatonia y un larguísimo etc. Acá el nombre calza mejor, aunque se queda corto. El significado de la palabra sería vanguardismo. Le cabe a la música experimental, digamos, pero estos más que experimentales, están del tomate.
Vamos a entrar a un laberinto psicológico en el cual podemos llegar a encontrar la salida fácilmente o podríamos desesperar, atascarnos y perder la razón para siempre.
“Sub Specie Aeternitatis” son los primeros ocho minutos cuarenta de desquicio. Lo más deforme del Death Metal se fusiona con un Jazz disonante, patrones intrincados y descabellados van y vienen hasta caer rendidos sobre el suelo acolchonado. Inmóviles recibimos las voces que nos torturan. Debemos dejar de buscar la lógica al delirio, antes que esto se torne peligroso.
El laberinto se mueve y se torna espiralado, “Inexorably Ousted Sente” muestra distintos caminos para los instrumentos, tendremos que elegir a cuál seguir. Otra vez estamos cerca de los nueve minutos, y los espacios que creemos de respiro son aun más asfixiantes. Todo parece ser una trampa. Inclusive juegan con la repetición del tiempo, como disco rayado… nos enerva.
Las palabras y las imágenes giran alrededor de ejes subjetivos, los esquemas se dibujan en arenas movedizas, miserables esfuerzos por comprender… Estas palabras no son de descripción mía, es parte de la letra de “Coincidentia Oppositorum”. ¿Se entiende? El caos más disgregado se ordena en una cacofonía subyacente. Ahora nos dieron doce minutos para tratar de entender.
El que le pone nombre a esta demencia, “Imperative Imperceptible Impulse” continúa por la línea invisible que creemos seguir hasta ahora. Jazz, Death, fusión de todo lo que sea oscuro con Sludge y Ambient, tocado de una forma totalmente retorcida. Cada instrumento trabaja rápidamente de una manera muy precisa, pero se hace difícil de asimilar. El formato “canción” es algo que han buscado destruir. Esto también se dará en “Horror Vacui”, bajo una atmósfera perturbadora. Más disonancia, voces de culto, iniciación, sacrificio. Todo se mezcla en un trance ineludible. Destacan los patrones de guitarras y los golpes asesinos de batería, con una velocidad y técnica en virtud de lo que la pieza suponemos le pide.
Llegan los nueve minutos finales con “Human Interface to No God”. Por un momento pensé que toda esta locura tendría un cauce, pero lejos de relajar y estabilizarse, todo tiende a enroscarse todavía más. Tanta es la agresión y la demencia en la música que la voz gutural llega a encarnar y protagonizar lo palpable y digerible en Ad Nauseam. Los golpes recibidos en los primeros casi cinco minutos de este último tramo nos dejan inconscientes, inmovilizados, divagando en una atmósfera oscura de Jazz que nos conduce hacia el otro lado. Vemos el laberinto desde arriba… se va.
¿Qué es esto que acabamos de experimentar? Un caos controlado ni se acerca a una descripción real, esto es algo más. No creo poder comprender del todo como para explicarlo. Sé que no es la única banda que juega de esta manera, tal vez he escuchado cosas meramente similares, pero tocadas a velocidades menos rápidas. Podríamos citar a Oranssi Pazuzu (reseñado aquí el año pasado) porque algo de su aura se respira en Ad Nauseam. Pero nos referimos solo a la sensación que nos genera, porque la música es otra cosa.
La producción es bastante cruda, pero sospechamos que es así como debe ser. Meter todo sampleado y retocado en el estudio le quitaría la esencia. Recuerden que en esta fusión Avant-Garde hay muchísimo de Jazz, aunque no lo parezca. Jazz del crudo y natural. Esto no quiere decir mal sonido, lejos está de eso, solo es que no hace falta retocar nada porque a estos muchachos les sobra técnica.
Ad Nauseam son: Andrea P. (Guitarras, Voz, Violines), Matteo B. (Bajo), Andrea S. (Batería) y Matteo G. (Guitarras).